Policarpa
Policarpa Salavarrieta
“Porque es que
repelo tu cercanía
A que hueles en
tus ideas y en tus voces
A que hueles
humano, que mi aura te refuta…”
Una tarde mientras caminaba, se encontró Thyra
con un anciano de barba abandonada, había llovido toda la noche anterior, y por
el estado de la gabardina que llevaba el anciano, parecía que hubiera caminado
toda la noche bajo la lluvia. Ella traía puesto el abrigo nuevo que le dejo su
padre el industrial antes de marcharse, le pidió al anciano de la calle que si
quería hacer truque por el de ella:
·
Dime anciano de buena estampa,
quien es el dueño de las muertes inocentes
·
El viento no es testigo de mis
palabras, dijo
·
Cómo?
·
La muerte es un arte, es
teatral diría Sylvia, diría Andrés, diría Teresa
·
… y de mis amigos que murieron
entre un camino de drogas y fantasías…
·
Tus amigos mi querida Thyra,
dijo, fueron los amigos de la oscuridad lejos de la Unidad, no existen en
realidad en los planos de este acá, o este ahora flexible…
·
Le quise interrumpir
cantándole algo a gritos, pero me calle y solo dije: no creo que la muerte sea
arte teatral…
·
Lo es para los suicidas,
además, no existe tal cosa como las “muertes inocentes”, todo suicida es
consciente del teatro artístico que desarrolla mientras planea su propia
despedida, por eso la consideran un arte, una obra de teatro con muchas
escenas.
Después de la caminata que acostumbraba
hacer antes de ir a trabajar, llego Thyra a la tienda de la esquina de su casa,
se detuvo un instante antes de entrar, miro al firmamento como buscando apoyo,
y con ese caminado de bacana que tenia entro el Co-op, donde laboraba algunas
horas a la semana. Era una especie de trabajo cooperativo que cumplía para
obtener descuentos de la tienda de productos orgánicos. Le gustaba a Thyra los
panes gruesos y pesados de tanto grano y semilla con que fueron amasados, el
yeast, las nueces y otras cosas que le serian muy costosas sino les colaboraba
voluntariamente algunas horas. Localizada sobre Alberta St. con la calle 14, en
Portland, Oregón, la casa del sol naciente de la bella montaña Hood que brillaba
a cada mañana con la invernal salida del sol. Estaba Thyra empeñada en adquirir
el mejor precio que le pudiera sacar a sus alimentos en el Co-op en Alberta
St., ya que su primario salario semanal, no le era suficiente para cubrir el
monto del alquiler, la comida costosa que consumía, la gasolina que se tragaba el
viejo Toyota, las salidas extras que hacía a los clubes y bares de Portland,
además de salir a escalar el monte Hood. Trabajaba Thyra como escritora freelance para una revista de cultura urbana que
imprimía ediciones semanales seudo intelectuales activistas, además de vender
sus pinturitas en la feria del arte en Alberta St…
“No estoy lista para
nada
no doy pasos
importantes cuando salgo
solo camino
siguiendo rutas repetitivas
que no van a
ningún lugar fantástico.
Estoy como
enjaulada
en un plano repetitivo
que aburre si pienso en él
nadie me mira
bien, puesto que no miro bien a nadie
todos me
producen desconfianza
todos ellos
llevan la marca en la frente
sus voces me
molestan, sus canciones no entiendo
sus sonrisas no
traen nada, no son niños, son viejos sucios y encorvados
no me interesa
sus estrofas de sobre-vivencias
creo que son las
cuotas que pagan en las facturas que le cobra la muerte.
No camino en sus
lugares, soy lenta e impaciente a la estupidez
cumplo ciclos
obligados en mi naturaleza inerte.
Desde afuera en
el espacio con otras dimensiones,
me miran los
hermanos mayores y están tristes
se preguntan… me
pregunto: si llegare al final del camino?
Pasa la Vía
Láctea a cada segundo lentamente y muy paciente
como ofreciéndome
ejemplos de atención a mi crecimiento lunar.
Soy árbol y soy
flor, aquí estoy
pero de verdad:
no se qué hago en este planeta
o, si se, pero
no sé porque debo hacerlo,
cuando deberían
existir escenas de vidas más agradables
alrededor de mis
pasos cuando hago caminos…
Camino las
calles de las ciudades cosmopolitas
con una mueca en
mis labios,
porque no
encuentro agradable el olor a muerto que llevan.
Además cada
pocas cuadras, me encuentro a alguien
que está
dormido, tirado sobre el andén
con unos
periódicos que le cubren del frio de la gente.
No entiendo eso,
no entiendo los olores de los humanos
no entiendo
nada, y no me sirve de escusa
para dejar esta
vida en forma suicida
por eso me toca
cargarla en una mochila transparente
como si fuera lo
mejor que pudiera hacer con mi existencia,
aunque, sigo
siendo árbol, y flor también.”
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